viernes, 17 de abril de 2009

Adiós.

Te diría que te voy a extrañar. Pero estaría mintiendo. Todo termina hoy. El plazo ya se venció. Los besos se acabaron. Mis manos y las tuyas ya no se rozarán. ¿Porque? Porque lo digo yo...Ya estoy harta de volver a casa deshecha. De fingir contigo, que todo esta perfecto cada vez que te vás, o que yo tengo que irme. Nunca he sido buena para las despedidas, mucho menos para despedirme de tí. Pero lo he decidido, y quiero decirlo. Te voy a echar de mi vida. Literalmente, pero así es. Así tiene que ser.

Adiós a tu apartamento en el octavo piso. Adiós balcón indiscreto, adiós ventanas carentes de cortinas. Adiós sonrisas en medio de la oscuridad que tantas veces fué nuestra única cómplice. Adiós Madrugadas de mayo. Adiós amar por amar. Me despido de tu cuerpo al amanecer, tacharé tu nombre de cualquier lugar en el que me tropiece.

Y no. Seguro piensas que esta despedida me viene muy fácil. Permiteme negar tan falsa oración.

Esta despedida me esta costando la vida, el alma, y los huesos. Y mira que nada de esto es mío, nunca ha sido mio...todo lo he tomado prestado.
Y me costará aun más cuando ya todo se haya acabado de verdad. No seré ni la mitad de lo que soy ahora. Me acercaré tanto al precipicio...será la epítome de la catástrofe invisible, que todavía no se ve venir, pero que ya esta anunciada.

Firmaré mi sentencia de muerte. Lo sé. Y ya no me importa, no daré marcha atrás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario